Carisma y Espiritualidad

Espiritualidad

Nuestro modo de ser y vivir tiene como guía a Jesús Redentor, quien, siempre en unión con la voluntad del Padre, recorrió Palestina enseñando, sanando y formando una comunidad de discípulos que colaboraron con su misión de salvación. 

Por eso, en nuestra vida cotidiana, tanto en la oración personal como comunitaria, dedicamos tiempo para aprender de Su Corazón, su amor y su entrega en el amor hasta el extremo. Ese amor nos impulsa a ir a nuestros hermanos, sirviéndolos como Jesús lo hubiera hecho: con Caridad, dulzura y humildad. En la Eucaristía, encontramos luz y fuerza para responder a la realidad que se nos presenta. 

María, aurora de salvación, en la advocación de la Virgen Niña, nos acompaña e invita a vivir con confianza de hijas.

Vivimos una espiritualidad que nos impulsa a conformarnos con Jesús Redentor en su obra de salvación, dando la vida para que otros tengan vida, y siendo signos de su amor misericordioso en los lugares donde nos envía.

Nuestra identidad

Nuestra identidad y orígenes se reflejan en el nombre oficial que llevamos: «Hermanas de Caridad de las Santas Bartolomea Capitanio y Vicenta Gerosa». Sin embargo, comúnmente nos llaman «Hermanas de la Virgen Niña», porque en el santuario de la Casa General (Milán – Italia), se conserva una antigua imagen que proviene del convento franciscano de Todi y que nos fue donada en 1842. Los milaneses, que fueron testigos de los primeros milagros de la Madre de Dios en el misterio de su nacimiento, comenzaron a llamarnos «Hermanas de la Virgen Niña».

Los protagonistas

Bartolomea no estuvo sola en la fundación del Instituto. Junto a ella, en ese acto de consagración a Dios en el servicio de caridad estaba Caterina Gerosa, una mujer mayor y de formación diferente, pero igualmente decidida a servir a Dios. 

Bartolomea fue pupila en el convento de las Clarisas, recibió una buena educación y obtuvo el título de maestra. De allí salió con la firme decisión de ser «santa, gran santa y pronto santa».

Caterina, mujer de formación más práctica al principio se mostró reacia a unirse al proyecto de Bartolomea, pero a través del discernimiento y acompañamiento pudo, reconocer que era la voluntad de Dios y se entregó enteramente. 

Tras la muerte de Bartolomea, ocho meses después de la fundación, Caterina asumió la responsabilidad de continuar con el Instituto, guiándolo con fidelidad a la visión original y con una gran confianza en Dios. “Quien conoce el Crucifijo lo sabe todo”, repetía, indicando dónde depositaba su confianza, sacando luz y coraje.

El sacerdote P. Ángel Bosio, acompañó   espiritualmente a Bartolomea y a Catalina, les brindó su apoyo y guía. Fue una persona clave en el impulso del proyecto, ayudando a expandir el Instituto, trabajando para que se reconociera oficialmente. Inició los procesos de canonización de ambas, que culminó en 1950 con el reconocimiento de su santidad Pío XII.