Fundación
El Instituto comenzó en Lóvere el 21 de noviembre de 1832, en una casa que la gente conocía como el «Conventino». Para Bartolomea, el lugar era un símbolo de esperanza en tiempos de necesidad. Ella había sentido desde joven la llamada de Dios a fundar un Instituto dedicado a las obras de misericordia, centrado en la atención a los jóvenes, los enfermos y la participación activa en la vida de la Iglesia local.
La joven Capitanio trazó unas líneas esenciales exponiendo la finalidad del Instituto en un texto llamado “Carta de fundación” en la que concluye con un deseo para ella y para sus futuras compañeras: “Haga el Amabilísimo Redentor que seamos sus verdaderas seguidoras».
A lo largo de los años, el Instituto creció notablemente, extendiéndose más allá de Italia y llegando a diferentes países del mundo.
A lo largo de la historia, el Instituto buscó ser fiel a la misión de caridad, adaptándose a las necesidades de la realidad.