Historia
Al preparar los documentos fundacionales, el P. Bosio escribió: «Estas dos solas, por amor y sentimiento más que de hermanas, dieron origen al Instituto… y fueron esa semilla de mostaza evangélica que maravillosamente creció y se extendió.”
La pasión por la caridad pronto las hizo traspasar Lóvere. Los niños y niñas huérfanas, abandonados a su suerte y, por tanto, expuestos a peligros y más tarde las epidemias de cólera y las guerras que marcaron el siglo XIX las llevaron a una entrega generosa, acudiendo donde la necesidad era grande y extrema.
Escribieron páginas sobre sacrificios generosos durante las dos guerras mundiales, siguiendo a personas hasta campos de refugiados, ayudando a los heridos y convirtiendo universidades en hospitales militares.
Siempre estuvieron atentas a la educación de niños y jóvenes, la promoción de la mujer, la formación de agentes de pastoral, disponibles para el servicio de evangelización. Un abanico de servicios variados y a veces complejos, pero con una sola alma: la caridad.
Así el Instituto creció en los primeros años de su historia. A finales del siglo XIX llegó a contar con 2.620 miembros en 256 comunidades, y en 1964 tenía 8.941 miembros (entre novicias y postulantes) distribuidas en 640 comunidades. Hoy numéricamente es muy pequeño, pero sigue vivo su deseo de ser ‘piedrita viva’ en la construcción de la Iglesia.
A lo largo de los años, el Instituto creció en la comprensión de su don espiritual, buscó cultivarlo con fidelidad y vivirlo con la creatividad que exigen los tiempos y los lugares. El vínculo espiritual-afectivo con los orígenes se fortaleció aún más a partir del Concilio Vaticano II.
Hoy estamos presentes en Italia (1832), India (1860), Argentina (1909), Uruguay (1937), Brasil (1948), España (1950), Bangladesh, California(1959), Perú (1969), Myanmar, Zambia-Zimbawe (1959), Nazareth (…), Rumania (1989, Egipto (…), Etiopía…
Las hermanas han llevado en todas partes la pasión por el bien de los demás, porque – como lo expresara la fundadora – la caridad debe extenderse a todos – porque todos participan de la fraternidad universal en Jesús Redentor.